No sería lo mismo de estar ante un proceso soberanista en Eukal Herria; o de ser el pueblo Gallego o cualquier otro de los pueblos que conforman este estado el que estuviera inmerso en un proceso sin aparente retorno camino a su independencia. Pero se trata de Cataluña, y nadie puede negar los lazos que unen a Cataluña y Andalucía durante décadas, relaciones que levantaron pasiones tanto a favor como en contra a ambos lados; de amor y de odio. Desde las cartas que Blas Infante escribiera en solidaridad a presos políticos catalanes, hasta el hecho migratorio andaluz. Y sin lugar a dudas fue este último hecho, la migración en masa del pueblo andaluz a Cataluña el que más unió a ambos pueblos. Se dice que los primeros movimientos migratorios hacía Cataluña empezaron ya en los años 20 y 40 del siglo pasado y perduró hasta últimos de los 80, siendo las década de los 60 y 70 las de mayor actividad; se calcula que durante los años sesenta cerca de un millón de andaluces y andaluzas, familias enteras, víctimas del éxodo económico forzoso emigraron a Cataluña huyendo de la miseria y la falta de futuro a la que siempre condenaron a nuestro pueblo buscando el pan y el trabajo que se les negaba en su tierra. Durante los años 90, debido a la coyuntura capitalista de altibajos económicos y sobretodo a la especulación urbanística, el pueblo trabajador andaluz encontró alivio temporal en las cifras de desempleo por un tiempo, esto permitió que la emigración se estancara temporalmente y que incluso muchos andaluces y andaluzas pudiéramos volver a nuestra tierra, pero la mayoría se quedaron allí. La crisis capitalista actual, otra de tantas, vuelve a condenar a Andalucía con cifras desesperadas de desempleo y falta de futuro amenazando con un nuevo éxodo forzoso de la población más joven de Andalucía, teniendo de nuevo a Cataluña como uno de sus principales destinos.
Los lazos de unión son evidentes, son centenares las casas culturales y asociaciones andaluzas de todo tipo repartidas por la geografía catalana, en Andalucía la mayoría tenemos a un familiar o amigo que vive o ha vivido en Cataluña cuando no hemos sido víctimas directas de la emigración forzosa. Este hecho establece una serie de lazos culturales y sociales entre ambos pueblos que irremediablemente hacen que el pueblo andaluz tanto en la diáspora como en su tierra de origen establezca unos sentimientos particulares, encontrados, de rechazo o de apoyo hacia el proceso soberanista que se desarrolla en Cataluña y a la vez es manipulado para defensa de todo tipo de intereses políticos, por desgracia siempre ajenos a los suyos tanto como pueblo