lunes, 19 de enero de 2015

REPRESIÓN: Un arma de doble filo.

La represión es un arma de doble filo y tras cada golpe habrá 100 más dispuestos a dar la cara. 
Documental realizado por Resistencia Films hace unos meses donde hacemos un repaso por los últimos casos de represión del estado español.


Himno de Andalucía

Preciosa voz y dulce.

Esta es la versión nacionalista del himno de Andalucía cantado por una hermana andaluza de los Musulmanes Andaluces. Por una Andalucía libre, soberana y trascendente.




domingo, 11 de enero de 2015

10 de enero de 2015: 82º aniversario de la matanza de jornaleros de Casas Viejas (videos)

Este 10 de enero se conmemora el 82º aniversario de aquel otro de 1933 en que tuvo lugar la matanza premeditada de 22 jornaleros andaluces de la Sierra de Cádiz en la localidad gaditana de Casas Viejas. Un vergonzoso crimen de estado perpetrado durante la II República Española por sus “fuerzas del orden”.
En aquellas fechas la CNT, el sindicato de clase revolucionario y mayoritario en Andalucía, muy especialmente entre los jornaleros, había realizado un llamamiento al levantamiento obrero en todo el Estado, a una huelga general revolucionaria, y los jornaleros de Casas viejas lo hicieron ese 10 de enero, proclamando el comunismo libertario en la población, el reparto de tierras y la abolición de la propiedad privada. Eran sólo un puñado de trabajadores del campo, mal armados con unas pocas escopetas de caza obsoletas.
Al día siguiente, el día 11, entran en el pueblo cientos de efectivos de la Guardia Civil y de la Guardia de Asalto (la policía republicana), enviados por los representantes del gobierno de Azaña. La mayoría de los jornaleros huyen a la sierra pero, a pesar de haber concluido de facto el levantamiento, las “fuerzas del orden” entran casa por casa, sacando a sus habitantes y asesinando a decenas de ellos. Francisco Cruz Gutiérrez, apodado Seisdedos, un viejo carbonero del pueblo, se refugia en su casa con otras ocho personas. La vivienda es rodeada e incendiada, muriendo todos ellos calcinados o disparados con rifles y ametralladoras al intentar salir y huir.
En total fueron asesinados ese día veintidós vecinos de la localidad. 19 hombres, dos mujeres y un niño.  El capitán Rojas, que mandaba las “fuerzas del orden”, afirmó que había actuado siguiendo órdenes directas de Manuel Azaña que le habría dicho “Ni heridos ni prisioneros, los tiros, a la barriga”. Azaña lo negó. Pero con independencia de que fuese cierto o no el que las diera, lo incuestionable era la intencionalidad no sólo represora sino también escarmentadora de la “autoridad republicana”. No llegaron solo para sofocar un pequeño e inofensivo levantamiento campesino, como lo prueba el número de guardias enviado y su armamento (ametralladoras pesadas), el objetivo era amedrentar a los jornalero andaluces, convirtiendo Casas Viejas en una advertencia contra cualquier intento se “subvertir el orden” y sus consecuencias. Se pretendía sembrar el terror como forma de mantener el sometimiento obrero e impedir las huelgas revolucionarias.
Blas Infante, consciente del significado simbólico de los hechos, incluso más allá del propio acto represivo y asesino, como ejemplo de la continuación de esos “siglos de guerra”, como nos recuerda nuestro himno,  por su tierra y su libertad, entre el pueblo andaluz y las “autoridades” españolas de cada momento, se desplazó días después hasta la localidad con Pedro Vallina, líder intelectual cenetista y discípulo de Fermín Salvochea,  y recogió un rosal silvestre que encontró junto a los restos aún humeantes de la casa de Seisdedos, trasplantándolo en el jardín de la suya. Os ofrecemos a continuación el relato que, en su autobiografía, realiza el propio Vallina de ello.
“En aquel corralón de Seisdedos, en Casas Viejas, en donde fueron sacrificados muchos jornaleros andaluces en aras de una República macabra, fue arrancado de cuajo en la refriega un rosal anónimo, que rodaba por los suelos cubierto de lodo y sangre.
Mi gran amigo Blas Infante fue en peregrinación a Casas Viejas, contempló la caseta en ruinas de Seisdedos con sus ojos cegados por las lágrimas, y recogió condolido aquel rosal profanado por las bestias sanguinarias del Poder. Lo llevó piadosamente a Sevilla y lo plantó en el más fértil suelo de su jardín, y lo regó con la más cristalina de sus aguas.
El rosal se vistió pomposamente de verde y se cubrió de capullos prometedores de las más bellas rosas. Y fueron objeto constante de especulación por porte de los visitantes del jardín las flores rojas que un día brotarían de aquel rosal cogido en la casita del crimen, rojos como el color de la sangre derramado por los campesinos mártires, rojos como el color de la bandera de la rebelión de los esclavos.
Pero una esplendoroso mañana de primavera, en que la naturaleza renacía en un ambiente de luz y pájaros, al toque del alba dado por las campanas de la torre morisca, cambió el rosal sus capullos por unas hermosas flores, no rojas, como se esperaba, sino blancas como el color de la nieve y el armiño. ¡Cómo se regocijaba Blas Infante de la ocurrencia del rosal, burlando nuestras esperanzas y ajeno al furioso batallar de los hombres! Para nosotros, el rosal, agradecido, reflejaba en aquellas rosas blancas y puras lo conciencia inmaculada de Blas Infante, que lo había devuelto a la vida.
Otros bárbaros como los asesinos de Casas Viejas, esta vez no disfrazados con el gorro frigio, sino llevando por enseña la cruz gamada, aparecieron en Sevilla de improviso y dieron muerte al más ilustre de sus hijos: Blas Infante. El duelo tendió su manto sobre la viuda y huérfano del caído, y el jardín, no regado más que con lágrimas de dolor, se convirtió en campo yermo.
El rosal perdió su lozanía, dejó caer como lágrimas, las hojas mustias de sus rosas; se despojó de su ropaje verde y se vistió con otro gris, de luto; y por último, la savia dejó de correr por sus venas. Y en una oscura noche sin luna y sin estrellas, exhaló su último suspiro el rosal de Seisdedos. Único superviviente dela más inicua de las tragedias, digna de la pluma del gran Esquilo.
Ya en el jardín no hay mayores, ni niños juguetones, ni pájaros cantores, ni flores blancas ni rojas, ni aguas cristalinas, ni por allí cruzan, como otras veces, visitantes soñadores. El desastre cobijo aquella tierra del crimen, en la que no crecen, como en el corralón de Seisdedos, más que cardos y espinas. Como no hay noche sin aurora, esperemos un alba rojo, tan encendido que todo lo revestirá de color de fuego, como el que arde imperecedero en nuestros corazones de revolucionarios andaluces”.
La Otra Andalucía

Videos: Casas Viejas, el grito del Sur, documental de Martín Patino, dividido en siete partes.




viernes, 9 de enero de 2015

Je ne suis pas Charlie (Yo no soy Charlie)

Parto aclarando antes que nada, que considero una atrocidad el ataque a las oficinas de la revista satírica Charlie Hebdo en París y que no creo que, en ninguna circunstancia, sea justificable convertir a un periodista, por dudosa que sea su calidad profesional, en un objetivo militar. Miles de personas, comprensiblemente afectadas por este atentado, han circulado mensajes en francés diciendo “Je Suis Charlie” (Yo soy Charlie), como si este mensaje fuera el último grito en la defensa de la libertad. Pues bien, yo no soy Charlie. No me identifico con la representación degradante y “caricaturesca” que hace del mundo islámico, en plena época de la llamada “Guerra contra el Terrorismo”, con toda la carga racista y colonialista que esto conlleva. Europa se consume en una espiral de odio xenófobo, de islamofobia, de anti-semitismo (los palestinos son semitas, de hecho) y este ambiente se hace cada vez más irrespirable. Los musulmanes ya son los judíos en la Europa del siglo XXI, y los partidos neo-nazis se están haciendo nuevamente respetables 80 años después gracias a este repugnante sentimiento. Por todo esto, pese a la repulsión que me causan los ataques de París, Je ne suis pas Charlie. 

 http://www.anarkismo.net/article/27767




Je ne suis pas Charlie
(Yo no soy Charlie)

Parto aclarando antes que nada, que considero una atrocidad el ataque a las oficinas de la revista satírica Charlie Hebdo en París y que no creo que, en ninguna circunstancia, sea justificable convertir a un periodista, por dudosa que sea su calidad profesional, en un objetivo militar. Lo mismo es válido en Francia, como lo es en Colombia o en Palestina. Tampoco me identifico con ningún fundamentalismo, ni cristiano, ni judío, ni musulmán ni tampoco con el bobo-secularismo afrancesado, que erige a la sagrada “République” en una diosa. Hago estas aclaraciones necesarias pues, por más que insistan los gurús de la alta política que en Europa vivimos en una “democracia ejemplar” con “grandes libertades”, sabemos que el Gran Hermano nos vigila y que cualquier discurso que se salga del libreto es castigado duramente. Pero no creo que censurar el ataque en contra de Charlie Hebdo sea sinónimo de celebrar una revista que es, fundamentalmente, un monumento a la intolerancia, al racismo y a la arrogancia colonial. 

Miles de personas, comprensiblemente afectadas por este atentado, han circulado mensajes en francés diciendo “Je Suis Charlie” (Yo soy Charlie), como si este mensaje fuera el último grito en la defensa de la libertad. Pues bien, yo no soy Charlie. No me identifico con la representación degradante y “caricaturesca” que hace del mundo islámico, en plena época de la llamada “Guerra contra el Terrorismo”, con toda la carga racista y colonialista que esto conlleva. No puedo ver con buena cara esa constante agresión simbólica que tiene como contrapartida una agresión física y real, mediante los bombardeos y ocupaciones militares a países pertenecientes a este horizonte cultural. Tampoco puedo ver con buenos ojos estas caricaturas y sus textos ofensivos, cuando los árabes son uno de los sectores más marginados, empobrecidos y explotados de la sociedad francesa, que han recibido históricamente un trato brutal: no se me olvida que en el metro de París, a comienzos de los ‘60, la policía masacró a palos a 200 argelinos por demandar el fin de la ocupación francesa de su país, que ya había dejado un saldo estimado de un millón de “incivilizados” árabes muertos. No se trata de inocentes caricaturas hechas por libre pensadores, sino que se trata de mensajes, producidos desde los medios de comunicación de masas (si, aunque pose de alternativo Charlie Hebdopertenece a los medios de masas), cargados de estereotipos y odios, que refuerzan un discurso que entiende a los árabes como bárbaros a los cuales hay que contener, desarraigar, controlar, reprimir, oprimir y exterminar. Mensajes cuyo propósito implícito es justificar las invasiones a países del Oriente Medio así como las múltiples intervenciones y bombardeos que desde Occidente se orquestan en la defensa del nuevo reparto imperial. El actor español Willy Toledo decía, en una declaración polémica -por apenas evidenciar lo obvio-, que “Occidente mata todos los días. Sin ruido”. Y eso es lo que Charlie y su humor negro ocultan bajo la forma de la sátira.

No me olvido de la carátula del N°1099 de Charlie Hebdo, en la cual se trivializaba la masacre de más de mil egipcios por una brutal dictadura militar, que tiene el beneplácito de Francia y de EEUU, mediante una portada que dice algo así como “Matanza en Egipto. El Corán es una mierda: no detiene las balas”. La caricatura era la de un hombre musulmán acribillado, mientras trataba de protegerse con el Corán. Habrá a quien le parezca esto gracioso. También, en su época, colonos ingleses en Tierra del Fuego creían que era gracioso posar en fotografías junto a los indígenas que habian "cazado", con amplias sonrisas, carabina en mano, y con el pie encima del cadáver sanguinolento aún caliente. En vez de graciosa, esa caricatura me parece violenta y colonial, un abuso de la tan ficticia como manoseada libertad de prensa occidental. ¿Qué ocurriría si yo hiciera ahora una revista cuya portada tuviera el siguiente lema: “Matanza en París. Charlie Hebdo es una mierda: no detiene las balas” e hiciera una caricatura del fallecido Jean Cabut acribillado con una copia de la revista en sus manos? Claro que sería un escándalo: la vida de un francés es sagrada. La de un egipcio (o la de un palestino, iraquí, sirio, etc.) es material “humorístico”. Por eso no soy Charlie, pues para mí la vida de cada uno de esos egipcios acribillados es tan sagrada como la de cualquiera de esos caricaturistas hoy asesinados. 

Ya sabemos que viene de aquí para allá: habrá discursos de defender la libertad de prensa por parte de los mismos países que en 1999 dieron la bendición al bombardeo de la OTAN, en Belgrado, de la estación de TV pública serbia por llamarla “el ministerio de mentiras”; que callaron cuando Israel bombardeo en Beirut la estación de TV Al-Manar en el 2006; que callan los asesinatos de periodistas críticos colombianos y palestinos. Luego de la hermosa retórica pro-libertad, vendrá la acción liberticida: más macartismo dizque “anti-terrorismo”, más intervenciones coloniales, más restricciones a esas “garantías democráticas” en vías de extinción, y por supuesto, más racismo. Europa se consume en una espiral de odio xenófobo, de islamofobia, de anti-semitismo (los palestinos son semitas, de hecho) y este ambiente se hace cada vez más irrespirable. Los musulmanes ya son los judíos en la Europa del siglo XXI, y los partidos neo-nazis se están haciendo nuevamente respetables 80 años después gracias a este repugnante sentimiento. Por todo esto, pese a la repulsión que me causan los ataques de París, Je ne suis pas Charlie.

José Antonio Gutiérrez D.
7 de Enero, 2015