miércoles, 9 de septiembre de 2015

Semillas quedan

Semillas Quedan es una serie documental de 4 capítulos contada colectivamente por los protagonistas de los procesos socialistas y progresistas en América Latina: ex guerrilleros, pueblos originarios, historiadores, y luchadores sociales de la región.
Semillas Quedan es una producción del Colectivo Vaca Bonsai:



Capítulo 1 de 4
Un Patio de Tierra

Después de décadas de gobiernos militares al servicio de los intereses norteamericanos, llegan a Guatemala los años de primavera a través de la reforma agraria, impulsada por el presidente Jacobo Árbenz en el año 1951. Con su gobierno se ven amenazados los intereses financieros de la United Fruit Company (propiedad de funcionarios de Estados Unidos), de manera que organizan un golpe de estado ejecutado por la CIA, con el que se da inicio a un largo período de conflictividad en el territorio guatemalteco.





SEMILLAS QUEDAN

Capítulo 2 de 4
Donde Hubo Fuego

El triunfo de la Revolución Cubana impulsa levantamientos armados en toda la región. En Guatemala se conforman distintas organizaciones ligadas a diferentes planteamientos teóricos sobre cómo llevar adelante la transformación social. En Nicaragua a finales de los 70s, triunfa el Frente Sandinista de Liberación Nacional, marcando una nueva luz de esperanza en los pueblos de Centroamérica. En Guatemala se intensifica el Conflicto Armado y las distintas organizaciones armadas se unifican en un mismo frente de batalla, mientras el gobierno está en manos de los militares más sanguinarios de la historia.






Capítulo 3 de 4
El Derrame

Estados Unidos cambia su estrategia de dominio, remplazando las dictaduras militares por gobiernos democráticos, consolidando así el plan neoliberal. En Guatemala luego de 36 años de conflicto armado, se firma la paz en el año 1996, estableciendo una serie de acuerdos para la transición a la democracia. En el otro extremo de América Latina, tras años de sometimiento y en defensa del agua, se levanta el pueblo boliviano dejando como fiel representante de la región a la figura de Evo Morales.






SEMILLAS QUEDAN

Capítulo 4 de 4
Aire Libre

Por primera vez en América Latina, un bloque fuerte de presidentes embanderan las luchas de los movimientos sociales y detienen el avance desmedido de las políticas del norte. Sin embargo el imperialismo encuentra nuevas formas para seguir sometiendo a los pueblos, a través del avance de los principales grupos económicos del mundo en la extracción de recursos naturales y materias primas. Una vez más las luchas sociales ponen en crisis el modelo productivo y político, y buscan aún en la organización, la manera de enraizar la semilla que nuestros ancestros plantaron.




domingo, 6 de septiembre de 2015

La fábula de las abejas, o cómo los vicios privados hacen la prosperidad pública.

 Las abejas, o cómo los vicios privados hacen la prosperidad pública. Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1982.
 
Bernard de Mandeville,
 
La fábula de las abejas. En 1714 Bernard Mandeville contaba esta fábula sobre las abejas: "Había una colmena que se parecía a una sociedad humana bien ordenada. No faltaban en ella ni los bribones, ni los malos médicos, ni los malos sacerdotes, ni los malos soldados, ni los malos ministros. Por descontado tenía una mala reina. Todos los días se cometían fraudes en esta colmena; y la justicia, llamada a reprimir la corrupción, era ella misma corruptible. En suma, cada profesión y cada estamento, estaban llenos de vicios. Pero la nación no era por ello menos próspera y fuerte. En efecto, los vicios de los particulares contribuían a la felicidad pública; y, de rechazo, la felicidad pública causaba el bienestar de los particulares. Pero se produjo un cambio en el espíritu de las abejas, que tuvieron la singular idea de no querer ya nada más que honradez y virtud. El amor exclusivo al bien se apoderó de los corazones, de donde se siguió muy pronto la ruina de toda la colmena. Como se eliminaron los excesos, desaparecieron las enfermedades y no se necesitaron más médicos. Como se acabaron las disputas, no hubo más procesos y, de esta forma, no se necesitaron ya abogados ni jueces. Las abejas, que se volvieron económicas y moderadas, no gastaron ya nada: no más lujos, no más arte, no más comercio. La desolación, en definitiva, fue general. La conclusión parece inequívoca: Dejad, pues, de quejaros: sólo los tontos se esfuerzan por hacer de un gran panal un panal honrado. Fraude, lujo y orgullo deben vivir, si queremos gozar de sus dulces beneficios".
Un gran panal, atiborrado de abejas
que vivían con lujo y comodidad,
mas que gozaba fama por sus leyes
y numerosos enjambres precoces,
estaba considerado el gran vivero
de las ciencias y la industria.
No hubo abejas mejor gobernadas,
ni más veleidad ni menos contento:
no eran esclavas de la tiranía
ni las regía loca democracia,
sino reyes, que no se equivocaban,
pues su poder estaba circunscrito por leyes.
Estos insectos vivían como hombres,
y todos nuestros actos realizaban en pequeño;
hacían todo lo que se hace en la ciudad
y cuanto corresponde a la espada y a la toga,
aunque sus artificios, por ágil ligereza
de sus miembros diminutos, escapan a la vista humana.
Empero, no tenemos nosotros máquinas, trabajadores,
buques, castillos, armas, artesanos,
arte, ciencia, taller o instrumento
que no tuviesen ellas el equivalente;
a los cuales, pues su lenguaje es desconocido,
llamaremos igual que a los nuestros.
Como franquicia, entre otras cosas,
carecían de dados, pero tenían reyes,
y éstos tenían guardias; podemos, pues,
pensar con verdad que tuviera algún juego,
a menos que se pueda exhibir un regimiento
de soldados que no practique ninguno.
Grandes multitudes pululaban en el fructífero panal;
y esa gran cantidad les permitía medras,
empeñados por millones en satisfacerse
mutuamente la lujuria y vanidad,
y otros millones ocupábanse
en destruir sus manufacturas;
abastecían a medio mundo,
pero tenían más trabajo que trabajadores.
Algunos, con mucho almacenado y pocas penas,
lanzábanse a negocios de pingües ganancias,
y otros estaban condenados a la guadaña y al azadón,
y a todos esos oficios laboriosos
en los que miserables voluntariosos sudan cada día
agotando su energía y sus brazos para comer.
[A] Mientras otros se abocaban a misterios
a los que poca gente envía aprendices,
que no requieren más capital que el bronce
y pueden levantarse sin un céntimo,
como fulleros, parásitos, rufianes, jugadores,
rateros, falsificadores, curanderos, agoreros
y todos aquellos que, enemigos
del trabajo sincero, astutamente
se apropian del trabajo
del vecino incauto y bonachón.
[B] Bribones llamaban a éstos, mas salvo el mote,
los serios e industriosos eran lo mismo:
todo oficio y dignidad tiene su tramposo,
no existe profesión sin engaño.
Los abogados, cuyo arte se basa
en crear litigios y discordar los casos,
oponíanse a todo lo establecido para que los embaidores
tuvieran más trabajo con haciendas hipotecadas,
como si fuera ilegal que lo propio
sin mediar pleito pudiera disfrutarse.
Deliberadamente demoraban las audiencias,
para echar mano a los honorarios;
y por defender causas malvadas
hurgaban y registraban en las leyes
como los ladrones las tiendas y las casas,
buscando por dónde entrar mejor.

Los médicos valoraban la riqueza y la fama
más que la salud del paciente marchito
o su propia pericia; la mayoría,
en lugar de las reglas de su arte, estudiaban
graves actitudes pensativas y parsimoniosas,
para ganarse el favor del boticario
y la lisonja de parteras y sacerdotes, y de todos
cuantos asisten al nacimiento o el funeral,
siendo indulgentes con la tribu charlatana
y las prescripciones de las comadres,
con sonrisa afectada y un amable «¿Qué tal?»
para adular a toda la familia,
y la peor de todas las maldiciones,
aguantar la impertinencia de las enfermeras.
De los muchos sacerdotes de Júpiter
contratados para conseguir bendiciones de Arriba,
algunos eran leídos y elocuentes,
pero los había violentos e ignorantes por millares,
aunque pasaban el examen todos cuantos podían
enmascarar su pereza, lujuria, avaricia y orgullo,
por los que eran tan afamados, como los sastres
por sisar retazos, o ron los marineros;
algunos, entecos y andrajosos,
místicamente mendigaban pan,
significando una copiosa despensa,
aunque literalmente no recibían más;
y mientras estos santos ganapanes perecían de hambre,
los holgazanes a quienes servían
gozaban su comodidad, con todas las gracias
de la salud y la abundancia en sus rostros.
[C] Los soldados, que a batirse eran forzados,
sobreviviendo disfrutaban honores,
aunque otros, que evitaban la sangrienta pelea,
enseñaban los muñones de sus miembros amputados;
generales había, valerosos, que enfrentaban el enemigo,
y otros recibían sobornos para dejerle huir;
los que siempre al fragor se aventuraban
perdían, ora una pierna, ora un brazo,
hasta que, incapaces de seguir, les dejaban de lado
a vivir sólo a media ración,
mientras otros que nunca habían entrado en liza
se estaban en sus casas gozando doble mesada.
Servían a sus reyes, pero con villanía,
engañados por su propio ministerio;
muchos, esclavos de su propio bienestar,
salvábanse robando a la misma corona:
tenían pequeñas pensiones y las pasaban en grande,
aunque jactándose de su honradez.
Retorciendo el Derecho, llamaban
estipendios a sus pringosos gajes;
y cuando las gentes entendieron su jerga,
cambiaron aquel nombre por el de emolumentos,
reticentes de llamar a las cosas por su nombre
en todo cuanto tuviera que ver con sus ganancias;
[D] porque no había abeja que no quisiera
tener siempre más, no ya de lo que debía,
sino de lo que osaba dejar entender
[E] que pagaba por ello; como vuestros jugadores,
que aun jugando rectamente, nunca ostentan
lo que han ganado ante los perdedores.
¿Quién podrá recordar todas sus supercherías?
El propio material que por la calle vendían
como basura para abonar la tierra,
frecuentemente la veían los compradores
abultada con un cuartillo
de mortero y piedras inservibles;
aunque poco podía quejarse el tramposo
que, a su vez, vendía gato por liebre.
Y la misma Justicia, célebre por su equidad,
aunque ciega, no carecía de tacto;
su mano izquierda, que debía sostener la balanza,
a menudo la dejaba caer, sobornada con oro;
y aunque parecía imparcial
tratándose de castigos corporales,
fingía seguir su curso regular
en los asesinatos y crímenes de sangre;
pero a algunos, primero expuestos a mofa por embaucadores,
los ahorcaban luego con cáñamo de su propia fábrica;
creíase, empero, que su espada
sólo ponía coto a desesperados y pobres
que, delincuentes por necesidad,
eran luego colgados en el árbol de los infelices
por crímenes que no merecían tal destino,
salvo por la seguridad de los grandes y los ricos.
Así pues, cada parte estaba llena de vicios,
pero todo el conjunto era un Paraíso;
adulados en la paz, temidos en la guerra,
eran estimados por los extranjeros
y disipaban en su vida y riqueza
el equilibrio de los demás panales.
Tales eran las bendiciones de aquel Estado:
sus pecados colaboraban para hacerle grande;
[F] y la virtud, que en la política
había aprendido mil astucias,
por la feliz influencia de ésta
hizo migas con el vicio; y desde entonces
[G] aun el peor de la multitud,
algo hacía por el bien común.
Así era el arte del Estado, que mantenía
el todo, del cual cada parte se quejaba;
esto, como en música la armonía,
en general hacía concordar las disonancias;
[H] partes directamente opuestas
se ayudaban, como si fuera por despecho,
y la templanza y la sobriedad
servían a la beodez y la gula.
[I] La raíz de los males, la avaricia,
vicio maldito, perverso y pernicioso,
era esclava de la prodigalidad,
[K] ese noble pecado;
[L] mientras que el lujo
daba trabajo a un millón de pobres
[M] y el odioso orgullo a un millón más;
[N] la misma envidia, y la vanidad,
eran ministros de la industria;
sus amadas, tontería y vanidad,
en el comer, el vestir y el mobiliario,
hicieron de ese vicio extraño y ridículo
la rueda misma que movía al comercio.
sus ropas y sus leyes eran por igual
objeto de mutabilidad;
porque lo que alguna vez estaba bien,
en medio año se convertía en delito;
sin embargo, al paso que mudaban sus leyes
siempre buscando y corrigiendo imperfecciones,
con la inconstancia remediaban
faltas que no previó prudencia alguna.
Así el vicio nutría al ingenio,
el cual, unido al tiempo y la industria,
traía consigo las conveniencias de la vida,
[O] los verdaderos placeres, comodidad, holgura,
[P] en tal medida, que los mismos pobres
vivían mejor que antes los ricos,
y nada más podría añadirse.
¡Cuán vana es la felicidad de los mortales!
si hubiesen sabido los límites de la bienaventuranza
y que aquí abajo, la perfección
es más de lo que los dioses pueden otorgar,
los murmurantes bichos se habrían contentado
con sus ministros y su gobierno;
pero, no: a cada malandanza,
cual criaturas perdidas sin remedio,
maldecían sus políticos, ejércitos y flotas,
al grito de «¡Mueran los bribones!»,
y aunque sabedores de sus propios timos,
despiadadamente no les toleraban en los demás.
Uno, que obtuvo acopios principescos
burlando al amo, al rey y al pobre,
osaba gritar: «¡Húndase la tierra
por sus muchos pecados!»; y, ¿quién creeréis
que fuera el bribón sermoneador?
Un guantero que daba borrego por cabritilla.
Nada se hacía fuera de lugar
ni que interfiriera los negocios públicos;
pero todos los tunantes exclamaban descarados:
«¡Dios mío, si tuviésemos un poco de honradez!»
Mercurio sonreía ante tal impudicia,
a la que otros llamarían falta de sensatez,
de vilipendiar siempre lo que les gustaba;
pero Júpiter, movido de indignación,
al fin airado prometió liberar por completo
del fraude al aullante panal; y así lo hizo.
Y en ese mismo momento el fraude se aleja,
y todos los corazones se colman de honradez;
allí ven muy patentes, como en el Arbol de la Ciencia,
todos los delitos que se avergüenzan de mirar,
y que ahora se confiesan en silencio,
ruborizándose de su fealdad,
cual niños que quisieran esconder sus yerros
y su color traicionara sus pensamientos,
imaginando, cuando se les mira,
que los demás ven lo que ellos hicieron.
Pero. ¡Oh, dioses, qué consternación!
¡Cuán grande y súbito ha sido el cambio!
En media hora, en toda la Nación,
la carne ha bajado un penique la libra.
Yace abatida la máscara de la hipocresía,
la del estadista y la del payaso;
y algunos, que eran conocidos por atuendos prestados,
se veían muy extraños con los propios.
Los tribunales quedaron ya aquel día en silencio,
porque ya muy a gusto pagaban los deudores,
aun lo que sus acreedores habían olvidado,
y éstos absolvían a quienes no tenían.
Quienes no tenían razón, enmudecieron,
cesando enojosos pleitos remendados;
con lo cual, nada pudo medrar menos
que los abogados en un panal honrado;
todos, menos quienes habían ganado lo bastante,
con sus cuernos de tinta colgados se largaron.
La Justicia ahorcó a algunos y liberó a otros;
y, tras enviarlos a la cárcel,
no siendo ya más requerida su presencia,
con su séquito y pompa se marchó.
Abrían el séquito los herreros con cerrojos y rejas,
grillos y puertas con planchas de hierro;
luego los carceleros, torneros y guardianes;
delante de la diosa, a cierta distancia,
su fiel ministro principal,
don Verdugo, el gran consumador de la Ley,
no portaba ya su imaginaria espada,
sino sus propias herramientos, el hacha y la cuerda;
después, en una nube, el hada encapuchada,
La Justicia misma, volando por los aires;
en torno de su carro y detrás de él,
iban sargentos, corchetes de todas clases,
alguaciles de vara, y los oficiales todos
que exprimen lágrimas para ganarse la vida.
Aunque la medicina vive mientras haya enfermos,
nadie recetaba más que las abejas con aptitudes,
tan abundantes en todo el panal,
que ninguna de ellas necesitaba viajar;
dejando de lado vanas controversias, se esforzaban
por librar de sufrimientos a sus pacientes,
descartando las drogas de países granujas
para usar sólo sus propios productos,
pues sabían que los dioses no mandan enfermedades
a naciones que carecen de remedios.
Despertando de su pereza, el clero
no pasaba ya su carga a abejas jornaleras,
sino que se abastecía a sí mismo, exento de vicios,
para hacer sacrificios y ruegos a los dioses.
Todos los ineptos, o quienes sabían
que sus servicios no eran indispensables, se marcharon;
no había ya ocupación para tantos
(si los honrados alguna vez los habían necesitado)
y sólo algunos quedaron junto al Sumo Sacerdote
a quien los demás rendían obediencia;
y él mismo, ocupado en tareas piadosas,
abandonó sus demás negocios en el Estado.
No echaba a los hambrientos de su puerta
ni pellizcaba del jornal de los pobres,
sino que al famélico alimentaba en su casa,
en la que el jornalero encontraba pan abundante
y cama y sustento el peregrino.

domingo, 30 de agosto de 2015

VUELTA CICLISTA: “Españolismo” en el deporte.

Perico Delgado, el “intelectual” de TV para contarnos la “historia” de Andalucía. 


No creo que a estas alturas a nadie le queda duda de la utilización política del deporte. Desde que Hítler utilizara los Juegos Olímpicos para mostrar al mundo las “bondades” y fuerza de su Régimen, todos los Estados de una u otra forma han utilizado el deporte para favorecer sus intereses, especialmente para crear un sentimiento de “nación” en el caso de muchos Estados que se han formado por la conquista o expansión de unos pueblos sobre otros.

Este es el caso del Estado español, donde hasta hace muy poco hemos padecido un empacho de fútbol y de manifestaciones multitudinarias de “nacionalistas deportivos” cantando el “soy español, español, español...” tras presentarnos los triunfos de la selección española como una muestra de la fortaleza de la “marca España” y con el protagonismo de los políticos “españoles” de unos partidos y de otros, buscando la foto con los protagonistas para rentabilizar los éxitos deportivos.

Pero la mayor rentabilidad obtenida no es la ventaja política del partido del gobierno respecto a sus adversarios, sino la ventaja ideológica que se pretende obtener al inculcar en la mayoría de la población un sentimiento de pertenencia a una “nación” victoriosa, a través de la infinita propagación de unos símbolos y de una idea de “unidad” difundida por unos medios de comunicación que de forma incansable emiten las imágenes de los éxitos deportivos y de los símbolos del Estado.

Pero no es solo el fútbol donde el “españolismo” deportivo difunde la ideología que lo alimenta; la “Vuelta Ciclista a España” es otro de los eventos deportivos donde esta ideología se muestra en toda su esencia, reafirmando al Estado que la financia y organiza, al carácter centralista del mismo y la “unidad de mercado capitalista” que conforma un sistema de dominio político y de control social que asegura los intereses de las clases dominantes.

Y como muestra vale un botón, según dicen, me remito a la retransmisión que TV española hizo ayer de la etapa de la Vuelta Ciclista que transcurría por las Alpujarras, comarca situada entre las actuales provincias de Granada y Almería, a su paso por Orgiva.

Los comentarios de la retransmisión en directo de las etapas, las realiza un periodista deportivo de dicha cadena de TV y un ex-ciclista de fama muy conocido por los aficionados a este deporte, Perico Delgado, un señor que ha ganado fama y dinero con sus piernas, dando pedaladas encima de una bicicleta, pero que no se ha caracterizado nunca por su bagaje cultural ni por su capacidad intelectual, probablemente debido a la ingesta de sustancias para acometer las gestas deportivas por las que se le conoce, las cuales fortalecen las piernas pero debilitan el cerebro.

Al grano. Al paso del pelotón ciclista por Orgiva, el Sr. Delgado, tirando de guión, suponemos, le cuenta a los telespectadores de forma un tanto breve y a modo de anécdota la historia de la Alpujarra, haciendo especial hincapié, en la toponimia de poblaciones alpujarreñas como Pampaneira y Capileira, que por el nombre, al Sr. Delgado le sonaban a gallego.

Tirando de los tópicos que el “españolismo” difunde desde hace siglos, nos cuenta que los nombres de Pampaneira y de Capileira se deben a que tras la “Reconquista” de Andalucía por los Reyes Católicos, las Alpujarras fueron repobladas por gallegos.


No se si el Sr. Delgado habrá visitado las Alpujarras o si conocerá su historia y costumbres; si así fuera, se habrá dado cuenta de que no hay similitud alguna entre las formas culturales alpujarreñas y las gallegas, de que la gastronomía es completamente diferente, que los sistemas de cultivo y de riego difieren, que el folclore nada tiene que ver, que los tipos de construcción ni se parecen; y si además de observar con un mínimo de atención, se hubiera molestado en leer un poco sobre la historia de las Alpujarras y no a repetir lo que otro le ha escrito en un estúpido guión, sabría que los nombres de Capileira y Pampaneira no los pusieron gallegos llegados tras la “Reconquista”, puesto que son nombres prerrománicos, posiblemente de origen ibero-bereber, tras las migraciones de estos pueblos desde el norte de África hace miles de años.

Pero posiblemente esto no le importe al Sr. Delgado, porque a él le pagan precisamente para eso, para “españolear”, para jugar el papel de “asimilador”, consistente en divulgar los Mitos que justifican la construcción artificial de una nacionalidad española.

Utilizar el término “Reconquista”, es utilizar un concepto político que pretende justificar el genocidio sobre el pueblo andaluz ejecutado por Castilla y sus aliados europeos y católicos, sobre la base de Mitos sin rigor histórico alguno; sobre la pretendida idea de una posesión anterior de una España Católica cuya construcción sobrepasa el inicio de los tiempos.

Aquí se repite la construcción colonial de la historia dando por sentado que cualquier parecido entre las naciones del Norte y el Sur es por la influencia ejercida por el Norte en el Sur, no reconociendo en la nación colonizada ningún atisbo civilizatorio, borrando su historia y su cultura para justificar la colonización con el pretexto de llevar la civilización. Las cruzadas se hicieron para llevar a los infieles la religión verdadera y salvarlos del infierno, la colonización africana y asiática del Siglo XX se hizo bajo el concepto de “Protectorado” con el objetivo de llevar a los colonizados la civilización, y las nuevas agresiones en el S.XXI se hacen bajo la excusa de la “Democracia” y los “Derechos Humanos”.

En el caso de la coincidencia toponímica alpujarreña y gallega, lo correcto sería pensar en migraciones de poblaciones ibero-bereber desde el Sur hacia el Norte provocadas por el empuje de nuevas colonizaciones procedentes de África o por otras circunstancias. La antigüedad de unas poblaciones y otras así como la formación de la lengua gallega nos hace pensar en esta posibilidad.

Pero estas consideraciones históricas y antropológicas poco importan a la hora de hablar sobre unos pueblos andaluces que merecen respeto por su historia y cultura, porque lo único que importa es difundir los Mitos que justifican la existencia de una nación “española” a una masa de teleadictos embrutecidos por el consumo de espectáculos deportivos, que consumen información sin pensar en su veracidad y sin preocuparse por la misma.

La utilización política de figuras del deporte se ha convertido en algo habitual. Desgraciadamente tienen más influencia en la población que cualquier intelectual, científico o divulgador cultural. Y el sistema lo sabe y les pone al frente del nuevo oráculo: la TV.

Alí Manzano.