“Lo más parecido a un español de derechas es... un español de izquierdas”
Hace tiempo escuché este adagio y se me quedó gravado por la capacidad de abstracción de una escueta frase que refleja una realidad que siempre me ha llamado la atención y que, aunque con matices, iguala a la derecha más reaccionaria y nacional-católica con la izquierda del sistema, IU, Podemos...(al PSOE ni le considero en esta categoría), e incluso con alguna izquierda rupturista, en la cuestión territorial.
Las motivaciones de unos y otros, e incluso el lenguaje para expresar su posicionamiento ante el debate territorial que el proceso catalán hacia la independencia ha puesto sobre el tapete político, son diferentes. Frente a la idea de España como “unidad de destino en lo universal” que con estas o con palabras similares viene defendiendo la derecha neofranquista, nos encontramos con una izquierda (me refiero siempre a la “izquierda española”) que a través de otras construcciones ideológicas nos promete cambios de modelo (III República, federalismo...) pero siempre manteniendo la unidad territorial del Estado, reconociendo en algunos casos el derecho de los pueblos a la autodeterminación, pero dentro del marco jurídico establecido por los pactos de la Moncloa entre el franquismo y la socialdemocracia que representaron González y Carrillo; e incluso, como promesa electoral en las elecciones de hoy en Catalunya, llegan hasta el derecho a decidir, pero dentro de las reglas establecidas, aceptando un referéndum, pero con la participación de todos los ciudadanos del Estado y previa aprobación por el Congreso y el Senado del Estado español, donde la derecha española se ha asegurado una minoría de bloqueo en ambas cámaras de 1/3 de los diputados y senadores. Si a esto añadimos la composición del Senado donde tiene más peso la cuestión territorial que la poblacional, nos encontramos con que en la práctica, ese camino que la izquierda española promete a los pueblos que han iniciado el proceso hacia la independencia es una mera falsedad cuya única finalidad es entorpecer los procesos que ponen en peligro la unidad territorial de España.
En el caso de otra de las promesas estrella de la izquierda española a los pueblos con conciencia de una identidad nacional propia y demandantes de derechos nacionales, es la de la España “federal”, concepto que apoyan tanto la izquierda española como los “nacionalismo burgueses” de la mayoría de pueblos sometidos al Estado español y que en la práctica no es más que un cambio de nombre a las actuales autonomías, unido a algunas concesiones en materia de competencias por parte del Estado.
Algunos de los voceros de esta “izquierda española” va aún más lejos, al prometernos un Estado “Confederal”, siempre también, como no podía ser de otra forma cuando hablamos de la izquierda española, desde la legalidad vigente. Una vez que se tome el poder a través de un proceso electoral que conceda una mayoría suficiente para desbloquear la minoría de bloqueo que siempre va a tener la derecha neofranquista, se procedería a independizar a los pueblos que reclamen sus derechos nacionales....pero siempre que admitan su inclusión en la “España confederal” y que acepten que la soberanía recae sobre el conjunto del Estado y sus representantes estatales, y que las decisiones que afecten a la política territorial del “Estado confederal” se tomarán en el congreso de los Diputados del Estado español, sin posibilidad de decidir sobre la pertenencia o no a ese Estado.
En la práctica, tanto la derecha neofranquista o la derecha “socialista”, como la izquierda española, defienden la “unidad territorial” del Estado, su marco jurídico y el sistema económico que asegura los privilegios de las clases favorecidas por el estatus-quo actual.
Esta confluencia en la cuestión territorial del Estado entre derecha-izquierda viene dada por la inclusión de ambos grupos en la ideología que sostiene los posicionamientos de unos y otros: el “españolismo”.
¿Qué es el españolismo?
Es una ideología transversal, interclasista, excluyente, que tiene en la unidad territorial del Estado su máxima expresión y preocupación, como eje sobre el que se sustentan los subproductos de este españolismo, el político, el lingüístico, el cultural, el histórico, el deportivo...cuyo objetivo consciente o latente es el de sobreponer los valores ideológicos y culturales creados por las clases dominantes para justificar su dominio y exclusividad, por encima de cultura, historia, intereses y decisiones de los pueblos anclados al Estado español.
El españolismo se construye a través de Mitos y Leyendas y se difunde por la imposición cultural y política desde las instituciones del Estado. Esta característica del Estado español y de sus instituciones ha permanecido inmutable a través de los siglos, a través de diferentes modelos de gestión política y territorial; está por encima de gobiernos e instituciones, ya sean estos monárquicos, republicanos, dictaduras...nos gobierne la derecha neofranquista o la “izquierda” socialdemócrata, porque el españolismo está anclado en los verdaderos poderes del Estado, el ejército, la Iglesia, la banca; porque esta ideología uniformadora y excluyente sirve a los intereses políticos y económicos de los ostentadores del poder real, sometiendo a las fuerzas políticas del sistema por los mecanismos ideados para la participación en las elecciones: apoyos mediáticos y financieros para mantener las estructuras administrativas de los partidos y los costosos gastos en los procesos electorales.
Incluso entre partidos autodenominados “nacionalistas” y especialmente en los denominados “andalucistas” se da este españolismo latente, que se ha basado en la inoculación del miedo, en la destrucción de la autoestima, en la inducción de un complejo de inferioridad que imposibilite la acción liberadora, en la aceptación de los Mitos Fundamentales del Estado español, en el abuso del agravio comparativo para actuar como ariete del españolismo contra los derechos de los pueblos, en la aceptación de un papel subsidiario en el desarrollo económico y social del Estado.
A pesar de las aparentes diferencias entre los partidos políticos que aceptan el juego electoral para ocupar los sillones y los privilegios que el sistema les ofrece a los valedores de los intereses de la oligarquía, el virus del españolismo les iguala en la defensa de la unidad de España, en cualquiera de sus formas, en la forma impositiva o mediante los juegos dialécticos que proponiéndonos otras soluciones territoriales, al final siempre nos llevan al mismo sitio. O unidad por la fuerza o unidad aceptada por asimilación de cualquiera de las otras formas de españolismo latente.
La cuestión nacional en el marxismo.
Mientras que el españolismo, el de derechas y el de izquierdas, es un enemigo acérrimo de los derechos de los pueblos a la autodeterminación, los grupos marxistas organizados a nivel estatal, sin llegar a ser enemigos de los procesos independentistas, tampoco colaboran con las luchas nacionales por una interpretación de los textos marxistas un tanto desenfocada, al no tener en cuenta las relaciones coloniales entre pueblos que pertenecen a un mismo Estado. Al priorizar la lucha de clases sobre las luchas de liberación nacional, supeditan estas a la liberación de la clase trabajadora de la metrópoli, olvidando que la lucha de clases viene determinada por la explotación laboral de los trabajadores y por la explotación de unos pueblos por otros. Subestimar la fuerza de cambio de los pueblos oprimidos por otros, además de ser un error en sí mismo, es desaprovechar las debilidades del sistema, más acuciadas en las colonias por darse la doble explotación, la nacional y la de clase. Creer que al suprimir toda explotación de clase se suprimiría también la opresión del Estado sobre los pueblos sometidos, negando la capacidad de las naciones colonizadas para liberarse de la sumisión a la metrópoli, es un error que hoy en día se sigue cometiendo en las organizaciones marxistas de ámbito estatal, a pesar de que los mismísimos Marx y Engels rectificaron esta cuestión cuando analizaron el problema del proletariado irlandés.
"La llamada libertad de los ciudadanos ingleses -puntualiza Engels- se funda en la opresión de las colonias." Por lo tanto, no se puede solucionar el problema de explotación de la clase trabajadora de los países colonizados sin resolver la cuestión de explotación colonial que padece una clase trabajadora a manos del país colonizador cuya clase trabajadora también es beneficiaria de las relaciones coloniales entre los pueblos.
Un caso típico de lo que acabo de exponer es la situación de la clase trabajadora andaluza, dependiente de una economía extractiva al servicio de la industria manufacturera de los países del norte peninsular y cuyo territorio es utilizado por el capital de la oligarquía española para una explotación hotelera y minera que empleando mano de obra barata invierte las plusvalías obtenidas en Andalucía en la industria foránea. El resultado de esta situación de economía colonial de Andalucía es que la clase trabajadora local tiene unos ingresos muy inferiores a los de la clase obrera de la metrópoli, con unos índices económicos y sociales que ratifican la dependencia colonial de la economía andaluza: tasa de paro, renta per cápita, pensiones, población por debajo del umbral de la pobreza, desahucios, empleos en precario, PIB andaluz en manos de empresas foráneas y que cotizan impuestos fuera de Andalucía, etc...
Las Tablas input-output de la economía andaluza editadas por el Ministerio de Economía de España, nos muestra las relaciones económicas de Andalucía con el Estado español y del análisis de las mismas se puede obtener la conclusión de lo que ya afirmábamos al analizar los datos poblacionales, sociales y de empleo: una economía colonial y dependiente, una situación de explotación de la clase trabajadora andaluza y de los recursos naturales, puestos al servicio del capital español. Las diferencias sociales entre los trabajadores andaluces y los de la metrópoli obedecen a las dinámicas coloniales que necesitan del empobrecimiento de las colonias para perpetuar su dominación y su explotación.
A continuación os dejo un texto de Jorge Enea Spilimbergo, extraído de su libro “La cuestión Nacional en Marx”, correspondientes a la problemática de la clase trabajadora irlandesa y su relación con la metrópoli inglesa. Si donde dice Irlanda lo sustituimos por Andalucía y donde dice Inglaterra lo sustituimos por España, el resultado es de una actualidad pasmosa a pesar del tiempo transcurrido y de la distancia geográfica.
LA CUESTIÓN NACIONAL EN MARX: El ejemplo del caso colonial irlandés.
"La llamada libertad de los ciudadanos ingleses -puntualiza Engels- se funda en la opresión de las colonias."
Esta lúcida frase pone al desnudo un hecho fundamental. El gobierno democrático no nace de una amable predisposición a tolerar "todas las opiniones", sino de las condiciones materiales de convivencia. Gracias al saqueo de los pueblos sometidos y a su hegemonía sobre el mercado mundial, Inglaterra aseguraba a sus ciudadanos, incluso a los obreros, un fundamento de holgura que excluía toda enconada disputa por el poder. Semejante "democracia", basada en el reparto pacífico del botín colonial, tenía, naturalmente, su reverso: "Las medidas de violencia son visibles en cada rincón de Irlanda. El gobierno se mete en todo. Ni rastros del gobierno propio."
La gran víctima era el campesino, cuya infrahumana miseria alimentaba a los explotadores extranjeros y a una nube de parásitos "nacionales" tan numerosa como rudimentarias eran las condiciones de la economía irlandesa: "Policías, curas, abogados, burócratas, están mezclados en agradable profusión, y hay una ausencia total de toda industria, de modo que sería difícil entender cómo pueden vivir todas esas excrecencias parásitas, si no fuera que la miseria de los campesinos constituye la otra mitad del cuadro."
Los ojos de Engels registran los elementos morales de la situación, todo ese drama oculto que no logran disimular ni el pintoresquismo ni el paisaje: "El irlandés sabe que no puede competir con el inglés, quien llega con medios superiores en todo... Cuantas veces han empezado a tratar de hacer algo, siempre han sido política e industrialmente aplastados, de manera artificial, en una nación espantosamente desmoralizada." He aquí la técnica del "complejo de inferioridad colonial" inculcada como un virus para postrar a la víctima indefensa.
"Yo acostumbraba a pensar -escribe Marx a Engels el 2 noviembre de 1867- que la separación de Irlanda de Inglaterra era imposible. Ahora creo que es inevitable." Y dos años después, en diciembre del 69: "Está en interés directo de la clase obrera inglesa que ésta se libre de su actual vínculo con Irlanda... Durante muchos años creí que sería posible derrocar el régimen irlandés por el ascendente de la clase obrera inglesa... pero un estudio más profundo me ha convencido de que la clase obrera inglesa nunca hará nada mientras no se libre de Irlanda. La palanca esta en Irlanda."
"Irlanda es el baluarte de la aristocracia terrateniente inglesa. Irlanda es, por ello, el gran medio por el cual la aristocracia inglesa mantiene su dominación en la propia Inglaterra. En efecto, ambos países constituían, por así decirlo, un sistema de complementarios. La explotación del campesino irlandés, ejercida por la clase terrateniente inglesa, fortalecía la posición interna de esta última y, con ello, toda la estructura de las clases dominantes. Pero la independencia de Irlanda, es decir, la retirada del ejército inglés, traería como consecuencia una revolución agraria, que sólo las tropas de ocupación estaban conjurando. De esta manera el sistema se desmoronaba desde su punto más débil donde se agolpaban las contradicciones más virulentas, "puesto que en Irlanda no se trata de una simple cuestión económica sino, al mismo tiempo, de una cuestión nacional."
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