lunes, 28 de septiembre de 2015

LO MÁS PARECIDO A UN ESPAÑOL DE DERECHAS...

Lo más parecido a un español de derechas es... un español de izquierdas 

Hace tiempo escuché este adagio y se me quedó gravado por la capacidad de abstracción de una escueta frase que refleja una realidad que siempre me ha llamado la atención y que, aunque con matices, iguala a la derecha más reaccionaria y nacional-católica con la izquierda del sistema, IU, Podemos...(al PSOE ni le considero en esta categoría), e incluso con alguna izquierda rupturista, en la cuestión territorial. 

Las motivaciones de unos y otros, e incluso el lenguaje para expresar su posicionamiento ante el debate territorial que el proceso catalán hacia la independencia ha puesto sobre el tapete político, son diferentes. Frente a la idea de España como “unidad de destino en lo universal” que con estas o con palabras similares viene defendiendo la derecha neofranquista, nos encontramos con  una izquierda (me refiero siempre a la “izquierda española”) que a través de otras construcciones ideológicas nos promete cambios de modelo (III República, federalismo...) pero siempre manteniendo la unidad territorial del Estado, reconociendo en algunos casos el derecho de los pueblos a la autodeterminación, pero dentro del marco jurídico establecido por los pactos de la Moncloa entre el franquismo y la socialdemocracia que representaron González y Carrillo; e incluso, como promesa electoral en las elecciones de hoy en Catalunya, llegan hasta el derecho a decidir, pero dentro de las reglas establecidas, aceptando un referéndum, pero con la participación de todos los ciudadanos del Estado y previa aprobación por el Congreso y el Senado del Estado español, donde la derecha española se ha asegurado una minoría de bloqueo en ambas cámaras de 1/3 de los diputados y senadores. Si a esto añadimos la composición del Senado donde tiene más peso la cuestión territorial que la poblacional, nos encontramos con que en la práctica, ese camino que la izquierda española promete a los pueblos que han iniciado el proceso hacia la independencia es una mera falsedad cuya única finalidad es entorpecer los procesos que ponen en peligro la unidad territorial de España. 

En el caso de otra de las promesas estrella de la izquierda española a los pueblos con conciencia de una identidad nacional propia y demandantes de derechos nacionales, es la de la España “federal”, concepto que apoyan tanto la izquierda española como los “nacionalismo burgueses” de la mayoría de pueblos sometidos al Estado español y que en la práctica no es más que un cambio de nombre a las actuales autonomías, unido a algunas concesiones en materia de competencias por parte del Estado. 

Algunos de los voceros de esta “izquierda española” va aún más lejos, al prometernos un Estado “Confederal”, siempre también, como no podía ser de otra forma cuando hablamos de la izquierda española, desde la legalidad vigente. Una vez que se tome el poder a través de un proceso electoral que conceda una mayoría suficiente para desbloquear la minoría de bloqueo que siempre va a tener la derecha neofranquista, se procedería a independizar a los pueblos que reclamen sus derechos nacionales....pero siempre que admitan su inclusión en la “España confederal” y que acepten que la soberanía recae sobre el conjunto del Estado y sus representantes estatales, y que las decisiones que afecten a la política territorial del “Estado confederal” se tomarán en el congreso de los Diputados del Estado español, sin posibilidad de decidir sobre la pertenencia o no a ese Estado. 

En la práctica, tanto la derecha neofranquista o la derecha “socialista”, como la izquierda española, defienden la “unidad territorial” del Estado, su marco jurídico y el sistema económico que asegura los privilegios de las clases favorecidas por el estatus-quo actual. 

Esta confluencia en la cuestión territorial del Estado entre derecha-izquierda viene dada por la inclusión de ambos grupos en la ideología que sostiene los posicionamientos de unos y otros: el españolismo”. 

¿Qué es el españolismo? 

Es una ideología transversal, interclasista, excluyente, que tiene en la unidad territorial del Estado su máxima expresión y preocupación, como eje sobre el que se sustentan los subproductos de este españolismo, el político, el lingüístico, el cultural, el histórico, el deportivo...cuyo objetivo consciente o latente es el de sobreponer los valores ideológicos y culturales creados por las clases dominantes para justificar su dominio y exclusividad, por encima de cultura, historia, intereses y decisiones de los pueblos anclados al Estado español. 

El españolismo se construye a través de Mitos y Leyendas y se difunde por la imposición cultural y política desde las instituciones del Estado. Esta característica del Estado español y de sus instituciones ha permanecido inmutable a través de los siglos, a través de diferentes modelos de gestión política y territorial; está por encima de gobiernos e instituciones, ya sean estos monárquicos, republicanos, dictaduras...nos gobierne la derecha neofranquista o la “izquierda” socialdemócrata, porque el españolismo está anclado en los verdaderos poderes del Estado, el ejército, la Iglesia, la banca; porque esta ideología uniformadora y excluyente sirve a los intereses políticos y económicos de los ostentadores del poder real, sometiendo a las fuerzas políticas del sistema por los mecanismos ideados para la participación en las elecciones: apoyos mediáticos y financieros para mantener las estructuras administrativas de los partidos y los costosos gastos en los procesos electorales. 

Incluso entre partidos autodenominados “nacionalistas” y especialmente en los denominados “andalucistas”  se da este españolismo latente, que se ha basado en la inoculación del miedo, en la destrucción de la autoestima, en la inducción de un complejo de inferioridad que imposibilite la acción liberadora, en la aceptación de los Mitos Fundamentales del Estado español, en el abuso del agravio comparativo para actuar como ariete del españolismo contra los derechos de los pueblos, en la aceptación de un papel subsidiario en el desarrollo económico y social del Estado. 

A pesar de las aparentes diferencias entre los partidos políticos que aceptan el juego electoral para ocupar los sillones y los privilegios que el sistema les ofrece a los valedores de los intereses de la oligarquía, el virus del españolismo les iguala en la defensa de la unidad de España, en cualquiera de sus formas, en la forma impositiva o mediante los juegos dialécticos que proponiéndonos otras soluciones territoriales, al final siempre nos llevan al mismo sitio. O unidad por la fuerza o unidad aceptada por asimilación de cualquiera de las otras formas de españolismo latente. 

La cuestión nacional en el marxismo. 

Mientras que el españolismo, el de derechas y el de izquierdas, es un enemigo acérrimo de los derechos de los pueblos a la autodeterminación, los grupos marxistas organizados a nivel estatal, sin llegar a ser enemigos de los procesos independentistas, tampoco colaboran con las luchas nacionales por una interpretación de los textos marxistas un tanto desenfocada, al no tener en cuenta las relaciones coloniales entre pueblos que pertenecen a un mismo Estado. Al priorizar la lucha de clases sobre las luchas de liberación nacional, supeditan estas a la liberación de la clase trabajadora de la metrópoli, olvidando que la lucha de clases viene determinada por la explotación laboral de los trabajadores y por la explotación de unos pueblos por otros. Subestimar la fuerza de cambio de los pueblos oprimidos por otros, además de ser un error en sí mismo, es desaprovechar las debilidades del sistema, más acuciadas en las colonias por darse la doble explotación, la nacional y la de clase. Creer que al suprimir toda explotación de clase se suprimiría también la opresión del Estado sobre los pueblos sometidos, negando la capacidad de las naciones colonizadas para liberarse de la sumisión a la metrópoli, es un error que hoy en día se sigue cometiendo en las organizaciones marxistas de ámbito estatal, a pesar de que los mismísimos Marx y Engels rectificaron esta cuestión cuando analizaron el problema del proletariado irlandés. 

"La llamada libertad de los ciudadanos ingleses -puntualiza Engels- se funda en la opresión de las colonias." Por lo tanto, no se puede solucionar el problema de explotación de la clase trabajadora de los países colonizados sin resolver la cuestión de explotación colonial que padece una clase trabajadora a manos del país colonizador cuya clase trabajadora también es beneficiaria de las relaciones coloniales entre los pueblos. 

Un caso típico de lo que acabo de exponer es la situación de la clase trabajadora andaluza, dependiente de una economía extractiva al servicio de la industria manufacturera de los países del norte peninsular y cuyo territorio es utilizado por el capital de la oligarquía española para una explotación hotelera y minera que empleando mano de obra barata invierte las plusvalías obtenidas en Andalucía en la industria foránea. El resultado de esta situación de economía colonial de Andalucía es que la clase trabajadora local tiene unos ingresos muy inferiores a los de la clase obrera de la metrópoli, con unos índices económicos y sociales que ratifican la dependencia colonial de la economía andaluza: tasa de paro, renta per cápita, pensiones, población por debajo del umbral de la pobreza, desahucios, empleos en precario, PIB andaluz en manos de empresas foráneas y que cotizan impuestos fuera de Andalucía, etc... 

Las Tablas input-output de la economía andaluza editadas por el Ministerio de Economía de España, nos muestra las relaciones económicas de Andalucía con el Estado español y del análisis de las mismas se puede obtener la conclusión de lo que ya afirmábamos al analizar los datos poblacionales, sociales y de empleo: una economía colonial y dependiente, una situación de explotación de la clase trabajadora andaluza y de los recursos naturales, puestos al servicio del capital español. Las diferencias sociales entre los trabajadores andaluces y los de la metrópoli obedecen a las dinámicas coloniales que necesitan del empobrecimiento de las colonias para perpetuar su dominación y su explotación. 

A continuación os dejo un texto de Jorge Enea Spilimbergo, extraído de su libro “La cuestión Nacional en Marx”, correspondientes a la problemática de la clase trabajadora irlandesa y su relación con la metrópoli inglesa. Si donde dice Irlanda lo sustituimos por Andalucía y donde dice Inglaterra lo sustituimos por España, el resultado es de una actualidad pasmosa a pesar del tiempo transcurrido y de la distancia geográfica. 

LA CUESTIÓN NACIONAL EN MARX: El ejemplo del caso colonial irlandés. 

"La llamada libertad de los ciudadanos ingleses -puntualiza Engels- se funda en la opresión de las colonias." 

Esta lúcida frase pone al desnudo un hecho fundamental. El gobierno democrático no nace de una amable predisposición a tolerar "todas las opiniones", sino de las condiciones materiales de convivencia. Gracias al saqueo de los pueblos sometidos y a su hegemonía sobre el mercado mundial, Inglaterra aseguraba a sus ciudadanos, incluso a los obreros, un fundamento de holgura que excluía toda enconada disputa por el poder. Semejante "democracia", basada en el reparto pacífico del botín colonial, tenía, naturalmente, su reverso: "Las medidas de violencia son visibles en cada rincón de Irlanda. El gobierno se mete en todo. Ni rastros del gobierno propio." 

La gran víctima era el campesino, cuya infrahumana miseria alimentaba a los explotadores extranjeros y a una nube de parásitos "nacionales" tan numerosa como rudimentarias eran las condiciones de la economía irlandesa: "Policías, curas, abogados, burócratas, están mezclados en agradable profusión, y hay una ausencia total de toda industria, de modo que sería difícil entender cómo pueden vivir todas esas excrecencias parásitas, si no fuera que la miseria de los campesinos constituye la otra mitad del cuadro." 

Los ojos de Engels registran los elementos morales de la situación, todo ese drama oculto que no logran disimular ni el pintoresquismo ni el paisaje: "El irlandés sabe que no puede competir con el inglés, quien llega con medios superiores en todo... Cuantas veces han empezado a tratar de hacer algo, siempre han sido política e industrialmente aplastados, de manera artificial, en una nación espantosamente desmoralizada." He aquí la técnica del "complejo de inferioridad colonial" inculcada como un virus para postrar a la víctima indefensa. 

"Yo acostumbraba a pensar -escribe Marx a Engels el 2 noviembre de 1867- que la separación de Irlanda de Inglaterra era imposible. Ahora creo que es inevitable." Y dos años después, en diciembre del 69: "Está en interés directo de la clase obrera inglesa que ésta se libre de su actual vínculo con Irlanda... Durante muchos años creí que sería posible derrocar el régimen irlandés por el ascendente de la clase obrera inglesa... pero un estudio más profundo me ha convencido de que la clase obrera inglesa nunca hará nada mientras no se libre de Irlanda. La palanca esta en Irlanda." 

"Irlanda es el baluarte de la aristocracia terrateniente inglesa. Irlanda es, por ello, el gran medio por el cual la aristocracia inglesa mantiene su dominación en la propia Inglaterra. En efecto, ambos países constituían, por así decirlo, un sistema de complementarios. La explotación del campesino irlandés, ejercida por la clase terrateniente inglesa, fortalecía la posición interna de esta última y, con ello, toda la estructura de las clases dominantes. Pero la independencia de Irlanda, es decir, la retirada del ejército inglés, traería como consecuencia una revolución agraria, que sólo las tropas de ocupación estaban conjurando. De esta manera el sistema se desmoronaba desde su punto más débil donde se agolpaban las contradicciones más virulentas, "puesto que en Irlanda no se trata de una simple cuestión económica sino, al mismo tiempo, de una cuestión nacional." 

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Semillas quedan

Semillas Quedan es una serie documental de 4 capítulos contada colectivamente por los protagonistas de los procesos socialistas y progresistas en América Latina: ex guerrilleros, pueblos originarios, historiadores, y luchadores sociales de la región.
Semillas Quedan es una producción del Colectivo Vaca Bonsai:



Capítulo 1 de 4
Un Patio de Tierra

Después de décadas de gobiernos militares al servicio de los intereses norteamericanos, llegan a Guatemala los años de primavera a través de la reforma agraria, impulsada por el presidente Jacobo Árbenz en el año 1951. Con su gobierno se ven amenazados los intereses financieros de la United Fruit Company (propiedad de funcionarios de Estados Unidos), de manera que organizan un golpe de estado ejecutado por la CIA, con el que se da inicio a un largo período de conflictividad en el territorio guatemalteco.





SEMILLAS QUEDAN

Capítulo 2 de 4
Donde Hubo Fuego

El triunfo de la Revolución Cubana impulsa levantamientos armados en toda la región. En Guatemala se conforman distintas organizaciones ligadas a diferentes planteamientos teóricos sobre cómo llevar adelante la transformación social. En Nicaragua a finales de los 70s, triunfa el Frente Sandinista de Liberación Nacional, marcando una nueva luz de esperanza en los pueblos de Centroamérica. En Guatemala se intensifica el Conflicto Armado y las distintas organizaciones armadas se unifican en un mismo frente de batalla, mientras el gobierno está en manos de los militares más sanguinarios de la historia.






Capítulo 3 de 4
El Derrame

Estados Unidos cambia su estrategia de dominio, remplazando las dictaduras militares por gobiernos democráticos, consolidando así el plan neoliberal. En Guatemala luego de 36 años de conflicto armado, se firma la paz en el año 1996, estableciendo una serie de acuerdos para la transición a la democracia. En el otro extremo de América Latina, tras años de sometimiento y en defensa del agua, se levanta el pueblo boliviano dejando como fiel representante de la región a la figura de Evo Morales.






SEMILLAS QUEDAN

Capítulo 4 de 4
Aire Libre

Por primera vez en América Latina, un bloque fuerte de presidentes embanderan las luchas de los movimientos sociales y detienen el avance desmedido de las políticas del norte. Sin embargo el imperialismo encuentra nuevas formas para seguir sometiendo a los pueblos, a través del avance de los principales grupos económicos del mundo en la extracción de recursos naturales y materias primas. Una vez más las luchas sociales ponen en crisis el modelo productivo y político, y buscan aún en la organización, la manera de enraizar la semilla que nuestros ancestros plantaron.




domingo, 6 de septiembre de 2015

La fábula de las abejas, o cómo los vicios privados hacen la prosperidad pública.

 Las abejas, o cómo los vicios privados hacen la prosperidad pública. Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1982.
 
Bernard de Mandeville,
 
La fábula de las abejas. En 1714 Bernard Mandeville contaba esta fábula sobre las abejas: "Había una colmena que se parecía a una sociedad humana bien ordenada. No faltaban en ella ni los bribones, ni los malos médicos, ni los malos sacerdotes, ni los malos soldados, ni los malos ministros. Por descontado tenía una mala reina. Todos los días se cometían fraudes en esta colmena; y la justicia, llamada a reprimir la corrupción, era ella misma corruptible. En suma, cada profesión y cada estamento, estaban llenos de vicios. Pero la nación no era por ello menos próspera y fuerte. En efecto, los vicios de los particulares contribuían a la felicidad pública; y, de rechazo, la felicidad pública causaba el bienestar de los particulares. Pero se produjo un cambio en el espíritu de las abejas, que tuvieron la singular idea de no querer ya nada más que honradez y virtud. El amor exclusivo al bien se apoderó de los corazones, de donde se siguió muy pronto la ruina de toda la colmena. Como se eliminaron los excesos, desaparecieron las enfermedades y no se necesitaron más médicos. Como se acabaron las disputas, no hubo más procesos y, de esta forma, no se necesitaron ya abogados ni jueces. Las abejas, que se volvieron económicas y moderadas, no gastaron ya nada: no más lujos, no más arte, no más comercio. La desolación, en definitiva, fue general. La conclusión parece inequívoca: Dejad, pues, de quejaros: sólo los tontos se esfuerzan por hacer de un gran panal un panal honrado. Fraude, lujo y orgullo deben vivir, si queremos gozar de sus dulces beneficios".
Un gran panal, atiborrado de abejas
que vivían con lujo y comodidad,
mas que gozaba fama por sus leyes
y numerosos enjambres precoces,
estaba considerado el gran vivero
de las ciencias y la industria.
No hubo abejas mejor gobernadas,
ni más veleidad ni menos contento:
no eran esclavas de la tiranía
ni las regía loca democracia,
sino reyes, que no se equivocaban,
pues su poder estaba circunscrito por leyes.
Estos insectos vivían como hombres,
y todos nuestros actos realizaban en pequeño;
hacían todo lo que se hace en la ciudad
y cuanto corresponde a la espada y a la toga,
aunque sus artificios, por ágil ligereza
de sus miembros diminutos, escapan a la vista humana.
Empero, no tenemos nosotros máquinas, trabajadores,
buques, castillos, armas, artesanos,
arte, ciencia, taller o instrumento
que no tuviesen ellas el equivalente;
a los cuales, pues su lenguaje es desconocido,
llamaremos igual que a los nuestros.
Como franquicia, entre otras cosas,
carecían de dados, pero tenían reyes,
y éstos tenían guardias; podemos, pues,
pensar con verdad que tuviera algún juego,
a menos que se pueda exhibir un regimiento
de soldados que no practique ninguno.
Grandes multitudes pululaban en el fructífero panal;
y esa gran cantidad les permitía medras,
empeñados por millones en satisfacerse
mutuamente la lujuria y vanidad,
y otros millones ocupábanse
en destruir sus manufacturas;
abastecían a medio mundo,
pero tenían más trabajo que trabajadores.
Algunos, con mucho almacenado y pocas penas,
lanzábanse a negocios de pingües ganancias,
y otros estaban condenados a la guadaña y al azadón,
y a todos esos oficios laboriosos
en los que miserables voluntariosos sudan cada día
agotando su energía y sus brazos para comer.
[A] Mientras otros se abocaban a misterios
a los que poca gente envía aprendices,
que no requieren más capital que el bronce
y pueden levantarse sin un céntimo,
como fulleros, parásitos, rufianes, jugadores,
rateros, falsificadores, curanderos, agoreros
y todos aquellos que, enemigos
del trabajo sincero, astutamente
se apropian del trabajo
del vecino incauto y bonachón.
[B] Bribones llamaban a éstos, mas salvo el mote,
los serios e industriosos eran lo mismo:
todo oficio y dignidad tiene su tramposo,
no existe profesión sin engaño.
Los abogados, cuyo arte se basa
en crear litigios y discordar los casos,
oponíanse a todo lo establecido para que los embaidores
tuvieran más trabajo con haciendas hipotecadas,
como si fuera ilegal que lo propio
sin mediar pleito pudiera disfrutarse.
Deliberadamente demoraban las audiencias,
para echar mano a los honorarios;
y por defender causas malvadas
hurgaban y registraban en las leyes
como los ladrones las tiendas y las casas,
buscando por dónde entrar mejor.

Los médicos valoraban la riqueza y la fama
más que la salud del paciente marchito
o su propia pericia; la mayoría,
en lugar de las reglas de su arte, estudiaban
graves actitudes pensativas y parsimoniosas,
para ganarse el favor del boticario
y la lisonja de parteras y sacerdotes, y de todos
cuantos asisten al nacimiento o el funeral,
siendo indulgentes con la tribu charlatana
y las prescripciones de las comadres,
con sonrisa afectada y un amable «¿Qué tal?»
para adular a toda la familia,
y la peor de todas las maldiciones,
aguantar la impertinencia de las enfermeras.
De los muchos sacerdotes de Júpiter
contratados para conseguir bendiciones de Arriba,
algunos eran leídos y elocuentes,
pero los había violentos e ignorantes por millares,
aunque pasaban el examen todos cuantos podían
enmascarar su pereza, lujuria, avaricia y orgullo,
por los que eran tan afamados, como los sastres
por sisar retazos, o ron los marineros;
algunos, entecos y andrajosos,
místicamente mendigaban pan,
significando una copiosa despensa,
aunque literalmente no recibían más;
y mientras estos santos ganapanes perecían de hambre,
los holgazanes a quienes servían
gozaban su comodidad, con todas las gracias
de la salud y la abundancia en sus rostros.
[C] Los soldados, que a batirse eran forzados,
sobreviviendo disfrutaban honores,
aunque otros, que evitaban la sangrienta pelea,
enseñaban los muñones de sus miembros amputados;
generales había, valerosos, que enfrentaban el enemigo,
y otros recibían sobornos para dejerle huir;
los que siempre al fragor se aventuraban
perdían, ora una pierna, ora un brazo,
hasta que, incapaces de seguir, les dejaban de lado
a vivir sólo a media ración,
mientras otros que nunca habían entrado en liza
se estaban en sus casas gozando doble mesada.
Servían a sus reyes, pero con villanía,
engañados por su propio ministerio;
muchos, esclavos de su propio bienestar,
salvábanse robando a la misma corona:
tenían pequeñas pensiones y las pasaban en grande,
aunque jactándose de su honradez.
Retorciendo el Derecho, llamaban
estipendios a sus pringosos gajes;
y cuando las gentes entendieron su jerga,
cambiaron aquel nombre por el de emolumentos,
reticentes de llamar a las cosas por su nombre
en todo cuanto tuviera que ver con sus ganancias;
[D] porque no había abeja que no quisiera
tener siempre más, no ya de lo que debía,
sino de lo que osaba dejar entender
[E] que pagaba por ello; como vuestros jugadores,
que aun jugando rectamente, nunca ostentan
lo que han ganado ante los perdedores.
¿Quién podrá recordar todas sus supercherías?
El propio material que por la calle vendían
como basura para abonar la tierra,
frecuentemente la veían los compradores
abultada con un cuartillo
de mortero y piedras inservibles;
aunque poco podía quejarse el tramposo
que, a su vez, vendía gato por liebre.
Y la misma Justicia, célebre por su equidad,
aunque ciega, no carecía de tacto;
su mano izquierda, que debía sostener la balanza,
a menudo la dejaba caer, sobornada con oro;
y aunque parecía imparcial
tratándose de castigos corporales,
fingía seguir su curso regular
en los asesinatos y crímenes de sangre;
pero a algunos, primero expuestos a mofa por embaucadores,
los ahorcaban luego con cáñamo de su propia fábrica;
creíase, empero, que su espada
sólo ponía coto a desesperados y pobres
que, delincuentes por necesidad,
eran luego colgados en el árbol de los infelices
por crímenes que no merecían tal destino,
salvo por la seguridad de los grandes y los ricos.
Así pues, cada parte estaba llena de vicios,
pero todo el conjunto era un Paraíso;
adulados en la paz, temidos en la guerra,
eran estimados por los extranjeros
y disipaban en su vida y riqueza
el equilibrio de los demás panales.
Tales eran las bendiciones de aquel Estado:
sus pecados colaboraban para hacerle grande;
[F] y la virtud, que en la política
había aprendido mil astucias,
por la feliz influencia de ésta
hizo migas con el vicio; y desde entonces
[G] aun el peor de la multitud,
algo hacía por el bien común.
Así era el arte del Estado, que mantenía
el todo, del cual cada parte se quejaba;
esto, como en música la armonía,
en general hacía concordar las disonancias;
[H] partes directamente opuestas
se ayudaban, como si fuera por despecho,
y la templanza y la sobriedad
servían a la beodez y la gula.
[I] La raíz de los males, la avaricia,
vicio maldito, perverso y pernicioso,
era esclava de la prodigalidad,
[K] ese noble pecado;
[L] mientras que el lujo
daba trabajo a un millón de pobres
[M] y el odioso orgullo a un millón más;
[N] la misma envidia, y la vanidad,
eran ministros de la industria;
sus amadas, tontería y vanidad,
en el comer, el vestir y el mobiliario,
hicieron de ese vicio extraño y ridículo
la rueda misma que movía al comercio.
sus ropas y sus leyes eran por igual
objeto de mutabilidad;
porque lo que alguna vez estaba bien,
en medio año se convertía en delito;
sin embargo, al paso que mudaban sus leyes
siempre buscando y corrigiendo imperfecciones,
con la inconstancia remediaban
faltas que no previó prudencia alguna.
Así el vicio nutría al ingenio,
el cual, unido al tiempo y la industria,
traía consigo las conveniencias de la vida,
[O] los verdaderos placeres, comodidad, holgura,
[P] en tal medida, que los mismos pobres
vivían mejor que antes los ricos,
y nada más podría añadirse.
¡Cuán vana es la felicidad de los mortales!
si hubiesen sabido los límites de la bienaventuranza
y que aquí abajo, la perfección
es más de lo que los dioses pueden otorgar,
los murmurantes bichos se habrían contentado
con sus ministros y su gobierno;
pero, no: a cada malandanza,
cual criaturas perdidas sin remedio,
maldecían sus políticos, ejércitos y flotas,
al grito de «¡Mueran los bribones!»,
y aunque sabedores de sus propios timos,
despiadadamente no les toleraban en los demás.
Uno, que obtuvo acopios principescos
burlando al amo, al rey y al pobre,
osaba gritar: «¡Húndase la tierra
por sus muchos pecados!»; y, ¿quién creeréis
que fuera el bribón sermoneador?
Un guantero que daba borrego por cabritilla.
Nada se hacía fuera de lugar
ni que interfiriera los negocios públicos;
pero todos los tunantes exclamaban descarados:
«¡Dios mío, si tuviésemos un poco de honradez!»
Mercurio sonreía ante tal impudicia,
a la que otros llamarían falta de sensatez,
de vilipendiar siempre lo que les gustaba;
pero Júpiter, movido de indignación,
al fin airado prometió liberar por completo
del fraude al aullante panal; y así lo hizo.
Y en ese mismo momento el fraude se aleja,
y todos los corazones se colman de honradez;
allí ven muy patentes, como en el Arbol de la Ciencia,
todos los delitos que se avergüenzan de mirar,
y que ahora se confiesan en silencio,
ruborizándose de su fealdad,
cual niños que quisieran esconder sus yerros
y su color traicionara sus pensamientos,
imaginando, cuando se les mira,
que los demás ven lo que ellos hicieron.
Pero. ¡Oh, dioses, qué consternación!
¡Cuán grande y súbito ha sido el cambio!
En media hora, en toda la Nación,
la carne ha bajado un penique la libra.
Yace abatida la máscara de la hipocresía,
la del estadista y la del payaso;
y algunos, que eran conocidos por atuendos prestados,
se veían muy extraños con los propios.
Los tribunales quedaron ya aquel día en silencio,
porque ya muy a gusto pagaban los deudores,
aun lo que sus acreedores habían olvidado,
y éstos absolvían a quienes no tenían.
Quienes no tenían razón, enmudecieron,
cesando enojosos pleitos remendados;
con lo cual, nada pudo medrar menos
que los abogados en un panal honrado;
todos, menos quienes habían ganado lo bastante,
con sus cuernos de tinta colgados se largaron.
La Justicia ahorcó a algunos y liberó a otros;
y, tras enviarlos a la cárcel,
no siendo ya más requerida su presencia,
con su séquito y pompa se marchó.
Abrían el séquito los herreros con cerrojos y rejas,
grillos y puertas con planchas de hierro;
luego los carceleros, torneros y guardianes;
delante de la diosa, a cierta distancia,
su fiel ministro principal,
don Verdugo, el gran consumador de la Ley,
no portaba ya su imaginaria espada,
sino sus propias herramientos, el hacha y la cuerda;
después, en una nube, el hada encapuchada,
La Justicia misma, volando por los aires;
en torno de su carro y detrás de él,
iban sargentos, corchetes de todas clases,
alguaciles de vara, y los oficiales todos
que exprimen lágrimas para ganarse la vida.
Aunque la medicina vive mientras haya enfermos,
nadie recetaba más que las abejas con aptitudes,
tan abundantes en todo el panal,
que ninguna de ellas necesitaba viajar;
dejando de lado vanas controversias, se esforzaban
por librar de sufrimientos a sus pacientes,
descartando las drogas de países granujas
para usar sólo sus propios productos,
pues sabían que los dioses no mandan enfermedades
a naciones que carecen de remedios.
Despertando de su pereza, el clero
no pasaba ya su carga a abejas jornaleras,
sino que se abastecía a sí mismo, exento de vicios,
para hacer sacrificios y ruegos a los dioses.
Todos los ineptos, o quienes sabían
que sus servicios no eran indispensables, se marcharon;
no había ya ocupación para tantos
(si los honrados alguna vez los habían necesitado)
y sólo algunos quedaron junto al Sumo Sacerdote
a quien los demás rendían obediencia;
y él mismo, ocupado en tareas piadosas,
abandonó sus demás negocios en el Estado.
No echaba a los hambrientos de su puerta
ni pellizcaba del jornal de los pobres,
sino que al famélico alimentaba en su casa,
en la que el jornalero encontraba pan abundante
y cama y sustento el peregrino.